lunes, 1 de junio de 2009

La Lucha Final Entre Mr. 81 y Superman


Puede sonar a una nueva historia de comic. Posible título de un super ventas. Pero todo esto no será una fiesta de colores sobre papel sino sobre el parquet del Amway Arena y del Staples Center. Porque ambos reductos albergarán la gran final de la NBA. Una final inesperada entre Los Ángeles Lakers y Orlando Magic.



Playoffs con un par de lagunas

Los Lakers siempre fueron favoritos para llegar a la última cita, no sólo por haber terminado en el primer lugar de la Conferencia Oeste, sino también por su gran estrella: Kobe Bryant. De todos modos, sus series previas (sin contar el "entrenamiento" frente a los Utah Jazz) no fueron pan comido y tuvieron que extremar recursos en más de una ocasión (recordemos a los Rockets sin Yao Ming ni McGrady). Su victoria en las finales de conferencia frente a los Denver Nuggets no la contarán dos veces. Los Nuggets saben que no estarán en la final por farrearse los dos primeros partidos que perdieron contra los de Kobe. Gracias a la displicencia de los Nuggets, Kobe llega en su mejor momento. Y la motivación extra en el resto del equipo, luego de que casi se les diera por muertos. Acá pesará la experiencia, como siempre. Ellos fueron finalistas en la temporada pasada.



Una mágica postemporada


Por su parte, Orlando pintó para ser un equipo fuerte este año. ¡Y vaya que lo fue! Con Dwight Howard mejorando su aporte en ambos costados de la cancha y el aporte de Jameer Nelson, comenzaron con buena marcha la primera parte de la temporada. Se lesionó Nelson en su mejor momento y se dudó si Orlando podría seguir ese tranco. Llegó Rafer Alston y todo, como si nada.

El cuento dice que estaban Cleveland y Boston casi cómodos, instalados en sus casillas 1 y 2. El tercero, atento aguardaba su momento. Philadelphia les complicó la existencia. Pero avanzaron. Y no sólo los 76ers. También Boston sin Garnett. Séptimo juego y... avanzaron. Y la que se suponía iba a ser la contienda más difícil, fue casi un mero trámite frente al equipo del MVP de la temporada. Ahí Orlando demostró de gran manera que es un equipo sumamente versátil, con muchas opciones de ataque y de correcta (y a veces brillante) defensa, que pasó casi por encima de un equipo que obtuvo el mejor récord de la temporada, pero que solo tenían una opción de juego: Cleveland Cavaliers y LeBron James. Esta vez, El Rey, actuó sin sus escuderos.


Los Magic, con su interno Howard y sus externos Alston, Lee, Turkoglu, Lewis y el aporte desde la banca que le otorga Pietrus, puede darle un buen dolor de cabeza a Phil Jackson.


¿El problema para los Magic? Recordemos a los Magic liderados por el gran Shaq y por el excelente Hardaway. Un equipo con un excelente juego interno (se le sumaba Horace Grant, principalmente en defensa) y con un buen juego desde el perímetro (con Dennis "3D" Scott, Nick Anderson y el mismo "Penny"). ¿Qué les pasó? Les pasó un Hakeem por encima y perdieron 4-0. Les pasó un MVP de finales. Algo que quiere conseguir Kobe para demostrar su calidad.

Match Ups

Aunque hay que reconocer que, analizando los "duelos":

- Howard es mucho más que Bynum. Y también es mucho más que Gasol (cuando Phil saque a Bynum por faltas en el primer cuarto y no vuelva más).

- Lewis no es más que Gasol, pero como se mueve en el perímetro, sacar a Gasol le puede hacer mucho daño a los Lakers, que tienen en él a su jugador más regular, más "consistente". Rashard aporta con tableros, pero lo suyo es anotar.

- Turkoglu es más que Ariza. Mucho más. Si bien Ariza tiene una buena labor defensivamente hablando, Hedo es quien lee los partidos en Orlando y quien toma las decisiones importantes. Es el engranaje principal de los Magic y a Ariza no le será suficiente con lo que ha mostrado.

- Bryant es sideralmente mucho más que Lee. Ojo que Pietrus marcaba a James frente a Cleveland. Lo más seguro es que Lee juegue menos minutos que Pietrus.

- Alston y Fischer. ¡Uf! Fischer está en su peor postemporada. Y Alston, sin duda en su mejor momento. Si Alston hace correr a Fischer como lo hizo Brooks, Orlando meterá en grandes líos a los Lakers, pues pasar a Derek para enfrentarse a quién esté marcando a Howard, significará que Alston llegará a la decena de asistencias en todos los partidos. Claro. El basketball tiene sus matices.

- Bancas. Los Lakers tienen mucho con Odom y Brown en la banca. Orlando, por su parte, tienen a un excelente Gortat, el X-Factor Pietrus que ha hecho de las suyas en esta postemporada y nada más. La producción de Pietrus y la de Odom pueden "sumar cero". Gortat tiene pocos minutos (porque Dwight jugará mucho). Brown aportará.

- ¿Quién podría aparecer? Farmar en los Lakers. Si Alston se pone las zapatillas con clavos y se pone a correr, Phil jugará con Farmar en vez del viejo Fischer.

martes, 19 de mayo de 2009

Pablo Vargas Zec: Una oportunidad que hay que aprovechar


Dentro de toda la estructura del básquetbol chileno, cada pieza es importante. Forma parte de un engranaje vital para que la “máquina cestera” se mueva. Sin embargo, si tuviese que apuntar a un punto álgido en la cadena es el de los técnicos.

La razón es simple.

Son ellos quienes, en su condición primera de formadores, son los llamados a atraer a los chicos al juego, a “seducir” a nuevas generaciones, a fomentar el arribo de masas críticas a iniciarse en este deporte, a buscar y reclutar talentos…

Por eso, ellos son claves en los cimientos del baloncesto. No por nada fue un técnico, el fallecido León Najnudel, quien fuera el artífice de la formación de la Liga Nacional argentina, sindicada por todo el mundo como la clave de la explosión del básquet trasandino, que llevó a nuestros vecinos no sólo a exportar jugadores a las más importantes competencias del mundo, sino también a ser medallistas mundiales y olímpicos.

Desde esa perspectiva, con buenos entrenadores, no sólo salen más y mejores jugadores, sino también obligan a los dirigentes a ponerse a la altura de las circunstancias. Con técnicos y formadores activos, a los “players” ni a los regentes de clubes, asociaciones, ligas o Federación, no les queda otra que trabajar a la altura de la exigencia.

Sin embargo, al ver competencias de menores, incluyendo por ejemplo el ya clásico Campioni del Domani (donde, se asume, juega lo más granado del espectro de cesteros sub 19), se notan ciertas carencias importantes en los fundamentos de chicos que, a esas alturas, deberían estar más aptos para encarar ligas mayores. Es cierto que hoy los videojuegos, el computador, la comodidad de la vida sedentaria e, incluso, la jornada escolar completa atentan contra la explotación cabal de los talentos de las nuevas camadas.

Pero no todo es culpa de la “vida moderna”. Porque ciertos ripios son adjudicables a los técnicos. Hace rato que parece no haber grandes formadores trabajando intensamente con las series menores. Es más, quienes lo han hecho, han tenido resultados evidentes: Valdivia con Manuel Córdoba es un claro ejemplo, como también está a la vista lo que ha hecho Emiliano Cucchetti en Chiloé. Lo alarmante de eso es que son las excepciones que confirman la regla. Y, además, los formadores parecen ser, necesariamente, traídos desde el extranjero. Obvio, si en todos lados están varios pasos delante de nosotros.

Pero lo preocupante es que cuando uno se topa con un entrenamiento o partidos de inferiores, no se ven técnicos formados ni formadores. Al contrario. Es ahí cuando uno se da cuenta por qué el básquet nacional no progresa: simplemente, porque hay entrenadores de inferiores que no transmiten nada. Así, es difícil entusiasmar a nuevas generaciones. Más encima, denotan poca pedagogía y menos rigor con los chicos. Así, es difícil que salgan jugadores técnicamente bien dotados, si no los motivan ni les enseñan.

Por eso, cuando este fin de semana se desarrolle el Clinic para técnicos de básquetbol de Tododeporte, los entrenadores no pueden dejar pasar la oportunidad. Estará el argentino Fernando Duró, un coach de primerísima línea, además de los nacionales Pablo Ares, bicampeón de Dimayor con Liceo Mixto, acompañado por su cuerpo técnico compuesto por Claudio Jorquera y Renato Maldonado, a quienes se une el DT de la Universidad Católica, Miguel Ureta. Es de esperar que el Clinic se llene. Serán tres días de intensa actividad, donde el anhelo es ver tantas caras como cuando para el Encestando una Sonrisa la UC organiza una actividad similar. Y, lo que sería mejor, tantos entrenadores como en esa cita, pero ojalá con más variedad, porque en rigor son siempre los mismos los preocupados de estar actualizados.

Sabemos que el medio es bastante soberbio, que es difícil arrancarse del “qué me puede enseñar” tal o cual coach, contra el cual muchas veces se enfrentan durante el año. Sin embargo, nunca se termina de aprender. Y para eso, hay que estar atento a aprovechar cualquier ocasión que nos permita saber más, escuchar al resto, asimilar las experiencias de otros, instruirse en otras formas de trabajo, ilustrarse en nuevas materias, absorber cuanto se pueda…

Por eso, para romper la inercia en la cual nos mete la rutina, esperemos que este aporte de Tododeporte al baloncesto nacional tenga la convocatoria que el esfuerzo amerita. No es frecuente tener capacitaciones con la gente adecuada. Y esta ocasión no se puede dejar pasar, menos por desidia ni menos aún por “exceso de conocimiento” de los entrenadores locales.

jueves, 14 de mayo de 2009

NBA: Donde Las Palizas Ocurren

Los playoffs de la NBA caminan paulatinamente a las finales de conferencia y dos equipos se han destacado por dejar en el camino, sin mucho contratiempo, a rivales que nunca pudieron pelear de igual a igual frente a ellos: Denver y Cleveland.


Canasta limpia


El quinteto donde deslumbra LeBron James derrotó sin apelaciones (4-0) a unos escuálidos Atlanta Hawks, quienes tuvieron que sortear la complicada valla de Dwayne Wade en 7 juegos, para luego llegar a tener 3 jugadores titulares lesionados, lo cual terminó despachando a los de Atlanta de vuelta a su casa.


Pero no piensen que porque no jugaron a plenitud sus titulares, Atlanta perdió como perdió. Si bien en los playoffs versión 2008 los liderados por el escolta Joe Johnson tuvieron en las cuerdas a los que a la postre serían campeones, Boston Celtics, debieron a enfrentar a un plantel sólido que se mueve a la melodía de LeBron James, consiguiendo una armonía y exactitud que hacen de los Cleveland Cavaliers, una escuadra con chapa de campeón.


Tienen razón si me dicen que la banca de Cleveland no es potente. Ya la imagen de Mike Brown sacando a todo el equipo suplente en la primera serie frente a Detroit Pistons (4-0), cuando luego de ir ganando por 20, le dio minutos a los del ‘bench’ que ajustó el partido a tan sólo 7 puntos y que hizo que LeBron James y sus escuderos volvieran al parquet. Lo reconozco. Como también reconozco que el equipo en sí no es una excesiva potencia. Varejao es corajudo, pero no es un imprescindible en cualquier lado de la cancha. Ilgauskas cumple bien su rol de centro europeo, pero no es descollante (más aún con sus lesiones). Mo Williams es un jugadorazo, que aparece en los momentos necesarios y que sin duda es el que más respaldo le ha dado al 23. West, irregular, suele tomar el bastión cuando Mo está más bajo. Pero no es el base ideal. Es un jugador ideal para un equipo que tiene al campeón olímpico en Beijing.


Pero LeBron marca diferencias incontrarrestables, al menos para timoratos equipos como los Hawks, a pesar de los ripios que aún pule el actual MVP. Subió sus puntos por partidos a 30 en esta serie. Y su control de los partidos, la confianza que tiene en saberse el mejor. La impronta de LeBron es la confianza, el trabajo y la espina clavada de la derrota frente a Boston el año pasado. Es un auténtico y genuino hambre de triunfo que quiere saciar llegando a su segunda final.


Sólo dejaron un partido…


Lo de Denver es totalmente distinto. Terminando la temporada regular con una que otra complicación, la escuadra comandada por Chauncey Billups (lejos la transferencia más determinante de la temporada) ha aparecido con todo su esplendor en la post-temporada. Derrotando primero a unos famélicos Hornets por 4-1 y que en una llave más complicada, el denominado “duelo de bancas” (por desnivelar partidos gracias al aporte de éstas), los Nuggets lograron imponerse a un cuadro donde el alemán Nowitzki trató de hacer cuánto pudo. Las claves sin duda fueron la lectura de los partidos por parte del técnico de los de Denver, George Karl, la destacada actuación de jugadores “promedio” como Nene Hilario y del aporte efectivo de sus estrellas: Carmelo Anthony y el mencionado Billups.


Denver ha mostrado una solidez como equipo que le permite a todos ir rotando su importancia, todo bajo la conducción soberbia del ex Pistons. Pero para la eventual final, tendrá que enfrentarse a uno de dos cuadros que tienen positivo balance frente a los Nuggets. Tanto los Rockets como los Lakers, de los cuatro enfrentamiento contra los de Karl, ganaron tres. Como para pensar en la probabilidad de que haya otra paliza.


Otra más…


Los Lakers no la han tenido fácil en sus enfrentamientos frente a Houston Rockets. Pero vale destacar que, al parecer, el gran muro texano estaría derrumbándose de a poco tras la deserción por lesión de Yao Ming. La paliza no se hizo esperar, y los dirigidos de Phil Jackson derrotaron por 40 puntos (118-78) en el 5° partido al plantel del argentino Luis Scola. Ni Ron Artest ni Shane Batier han impedido que Kobe no haga de las suyas. Aunque en un partido lo hayan dejado en 15 puntos, promedia 29 en la serie.



martes, 11 de noviembre de 2008

Pablo Vargas
11 de Noviembre de 2008

Los que pueden


Nos acercamos al cierre de la temporada regular. Algunos se aprestan a vivir los playoffs con optimismo, otros con la esperanza de dar la sorpresa. Mientras tanto, algunos ya comienzan a discutir respecto de lo que debería venirse el próximo año. El formato del torneo, por ejemplo, ya comienza a estar en el tapete, con algunas propuestas tendientes a estirar a nueve o diez meses la competencia, que es lo que la mayoría reclama públicamente, pero que, sin embargo, bajo cuerda se encargan de torpedear la iniciativa ante la imposibilidad de financiar las planillas de sueldo durante tanto tiempo.

Aunque la actividad en las canchas es frenética, está entretenida y en fases decisivas, bien vale la pena detenerse en el tema de la precaria economía de los clubes participantes. Esto, a partir no sólo de que muchos ni se imaginan una fórmula para pagar salarios más de medio año, sino por sobre todo, ante la situación de no pocas instituciones que hace rato ya no tienen cómo cumplir con los compromisos pactados con sus jugadores y cuerpos técnicos.

A estas alturas, es aburrido escuchar que un club amenaza con retirarse de la Dimayor a mitad temporada por falta de recursos. Por majaderos, por repetidos, ya nadie les cree. Incluso, hay muchos que a estas alturas abogan para que lisa y llanamente, esos equipos se salgan de la liga y no jodan más. Pero eso sería tan impresentable como los llantos de los desfinanciados.

Lo dramático y más impresentable aún viene cuando se comienzan a perder partidos por no presentación, distorsionando definitivamente la competencia. Y eso ya ocurrió este año. Así, es el tiempo de que comiencen a tomarse acciones tendientes a hacer de la liga una competencia más seria, más profesional, más rigurosa y, definitivamente, deje de depender del voluntarismo de algunos que mantienen vivas a sus instituciones con un respirador artificial. Muy artificial.

Con el paso de los años, con crisis de cantidad de participantes que parecían superadas, es tiempo de que de una vez por todas, comiencen a jugar los que pueden y no sólo los que quieren. Porque con el formato de dejar “competir” a algunos equipos (que representan ciudades importantes), la cosa definitivamente no está funcionando.

No sirve de nada creerse capital del básquet, tener la hinchada más fiel, el apoyo del municipio o el mejor de los gimnasios para hacer de local. Tampoco sirve estar simplemente al amparo de grandes instituciones o empresas, porque eso no garantiza necesariamente el buen manejo de los recursos para contratar foráneos. Está bueno ya. Paremos con las farsas y apuntemos que, con todo eso, no alcanza.

Clubes que han sido protagonistas de la competencia hasta hace pocas temporadas, hoy viven de precarios equilibrios, que les alcanza para que sus jugadores salgan a la cancha sin chistar demasiado, a intentar proezas deportivas sin el soporte mínimo que requiere la alta competencia, partiendo por dirigentes serios que sean capaces de cumplir con lo pactado: sueldo, un sitio dónde vivir y los medios para alimentarse de modo acorde con la exigencia de un deportista.

Porque, al final del día, los que están fuera de la cancha son los grandes y únicos responsables de la crisis económica de las instituciones que encabezan. Nadie les pone una pistola en la cabeza para fijarle el sueldo a un jugador, nadie los obliga a prometer alojamiento, ni menos los presionan para cambiar las reglas y sumar un extranjero más por plantel. Es momento de que se hagan cargo de que si no son capaces de hacer un presupuesto, se vayan. Y, si lo saben hacer pero no saben cumplir con él, también tienen que irse. Y si no tienen la capacidad de salir a “vender” el proyecto deportivo que implica la participación de sus clubes en la Dimayor para allegar recursos, igual su destino está fuera de la actividad dirigencial.

Hay que terminar con el verso. Basta ya. La Dimayor, o como quieran llamar a la máxima competencia cestera del país, debe-de una buena vez y por todas- ponerse seria y comenzar a jugar con los que pueden y no con los que quieren o con los que creen que pueden, por representar una ciudad grande, importante en el básquet o lo que sea. Hay demasiadas muestras que eso no sirve y estanca a todos los que queremos ver por fin la explosión de nuestro deporte. Ahí tienen el decoroso ejemplo de la UDE que, con toda su tradición, se dio cuenta de que el proyecto era insostenible. Se esforzaron, no pudieron conseguir el dinero necesario y se fueron. Con la frente en alto. Con deudas, seguramente, pero sin hacer el papelón de los inanes llantos por los medios o amenazas de retiro o no presentación… Dignos, en resumen.

Aunque suene feo. Aunque no guste. Aunque sea reiterativo. Aunque prefiero que hayan muchos equipos jugando… Así y todo, llega el momento en que hay que hacerle caso a la paradoja: ser menos es más. O mejor. Porque, aún queriendo que todos se sumen al proyecto, se integren nuevos clubes, llega el momento de hacer de nuestra competencia un sitio digno. Por eso, no me canso de decir hasta el hastío –y el seguro odio de algunos que se tienen que sentir aludidos- de que esta liga no es para los que quieren, sino para los que pueden.
Sebastián Alaniz
04 de Noviembre de 2008

Sacarla afuera


Aunque la Dimayor nos sigue regalando momentos notables entrando ya a la recta final de la temporada regular, como la caída del puntero Universidad de Concepción en Valdivia o los 5 días seguidos de básquetbol que se vienen esta semana, clásicos incluidos, la semana pasada las miradas cesteras estuvieron puestas fuera de nuestras fronteras.

Por un lado Liceo Mixto, actual campeón de la Dimayor, disputó el Campeonato Sudamericano de Clubes Campeones disputado en Ecuador. Y como era de esperarse, ganó el partido que tenía que ganar, frente a los locales de Barcelona, y luego perdió todos sus cotejos. Si bien se puede argumentar que “se cumplió” y que el plantel no llegó en el mejor momento físico, la pregunta que queda latente y que lleva varios años así es ¿Cuándo nos vamos a aburrir de ir a cumplir, de no aspirar a nada más de lo que, por lógica, nos corresponde?

El ejemplo claro de un país que ha avanzado en esa línea es, precisamente, el del club campeón del torneo, el Biguá de Uruguay, a quienes no les importó tener al frente a la tradición y los números, históricamente superiores, de brasileños y argentinos. Con un juego atildado y colectivo, que se replica del mismo modo en su trabajo de selecciones nacionales, se llevaron la corona a un país que, como todos sabrán, tiene bastante menos habitantes que el nuestro (para derribar otro clásico y añejo argumento que justifica nuestra inferioridad ante cariocas y trasandinos). Martín Osimani demostró nuevamente que es una figura de nivel sudamericano y repitió sus buenas actuaciones por la “celeste”, ahora para guiar al Biguá al título.

Bastante más lejos, pero con bastante más cobertura y, por tanto, con posibilidad de seguir la acción basquetbolística de buena manera, comenzó una nueva temporada de la NBA. Cinco partidos han bastado para confirmar algunos augurios. Que los Lakers vienen con todo por la revancha y están logrado alargar su rotación, que los Celtics siguen sólidos, que los Spurs han demostrado una inédita Manu-dependencia al tener un pésimo arranque sin el argentino, lesionado y fuera de las canchas por varios partidos más, y que los Rockets, con la consolidación de Luis Scola y el aporte del recientemente incorporado Ron Artest, más la dupla McGrady-Ming, pueden dar que hablar este año, entre otras cosas.

La noticia que sin duda marcará la semana es el nuevo cambio de equipo de Allen Iverson, que dejó los Nuggets para arribar a Detroit. Con esto se rompe la base de plantel más consolidada de la liga en los Pistons, ya que Chauncey Billups, integrante del plantel campeón de hace 3 temporadas y que llevaba largo rato jugando con Hamilton, Prince y Wallace, parte a Denver junto a McDeyss. Ojalá que esto permita que Carmelo Anthony vuelva a tomar las riendas de un Denver que, con dos de los goleadores de la liga, no anduvo el año pasado y, por parte de Detroit, es una movida claramente de campeonato, buscando una pieza desequilibrante que los pueda meter en la pelea por el título.

Para Iverson, simplemente sumarse a lo que en las últimas temporadas han hecho jugadores tan ilustres como Karl Malone, Gary Payton o, sin ir más lejos, el mismísimo Kevin Garnett: buscar un equipo que tenga reales pretensiones de campeonar para no retirarse de la NBA sin un anillo de campeón en las manos.

martes, 21 de octubre de 2008

Pablo Vargas
21 de Octubre de 2008

El juego y el futuro

Paseando por las canchas, el pasado fin de semana, se me vienen dos importantes temas de los cuales uno se podría explayar. Sin embargo, también se trata de dos asuntos que, indirectamente, se conjugan. Uno es el valor de lo colectivo, y otra es la relevancia que nuestro básquet le da a su propio futuro.

Viendo el partido en que Boston College recibió a la Universidad de Concepción, es fácil resaltar ciertas diferencias en el juego que desarrollan ambos. Los maipucinos invirtieron fuerte esta temporada, buscando superar sus resultados de los últimos dos años, cuando fueron semifinalistas y se encontraron en esa ronda con Liceo Mixto. Aún cuando han transcurrido los meses, la química y la fluidez sólo aparece a ratos. No es un equipo en rodaje ni mucho menos, pero sigue teniendo fluctuaciones importantes en su desempeño a lo largo de los 40 minutos, cayendo en errores y teniendo problemas para cerrar los partidos.

Con un plantel nutrido en talento, a veces resulta incomprensible que gane cinco de seis duelos que les tocó seguidos de visita, estire su racha derrotando en casa al clásico rival (Puente Alto) para, posteriormente, caer ante uno de los colistas (Español) y el puntero (la U penquista). Para tener una gira tan exitosa en recintos ajenos, algo ha de tener el team. Sin embargo, en su gimnasio no termina de hacerse fuerte. Y son esas mismas “bipolaridades” que presentan dentro de cada partido, las que hacen que las “Aguilas” no estén más encumbradas en la tabla, luego además de una baja Fase Zonal.

Por contrapartida, la U de Conce en sus buenas noches –las que no son pocas- hace una apología al valor de la armonía colectiva en el tabloncillo. En el Super 4 jugado en casa y en su reciente visita a la capital, los penquistas demuestran que su fortaleza está en las capacidades individuales puestas al servicio del conjunto. Ahora, claro, las diferencias con Boston College no son pocas: si bien los del Campanil este año cambiaron de técnico, fue el asistente de Guillermo Narvarte quien se hizo del cargo, y el conocido Jorge Luis Alvarez ha puesto su impronta en el equipo, sumando un par de refuerzos útiles para suplir ciertas falencias detectadas con anterioridad. La solución no ha llegado, precisamente, por el lado de los extranjeros. No es que Jeff Abga, André Hardwick o Kenell Sánchez no aporten lo suyo, sino que son “uno más” en el tramado colectivo. De hecho, en Maipú los universitarios cerraron el duelo con sólo uno de los foráneos en cancha.

A eso se apunta con tanta vuelta. A lo relevante del fondo de juego, de la química, de la fuerza colectiva, a la armonía de los cinco que están en el parquet y los siete que pueden salir desde el banquillo. Ciertamente, no son los únicos que tienen esta virtud, pero ante un cuadro con nombres potentes, como lo es Boston, dejan en evidencia el valor del colectivo en un juego simple como el básquetbol. Ahora bien: nada de esto implica que U de Conce sea el “equipo perfecto” o que no tenga carencias. Las tiene, y quedan en evidencia a ratos (pero eso puede ser materia de otra columna en este blog).

Por lo demás, nada de esto garantiza títulos o gloria. De hecho, nadie se acordará en un par de meses si eran los que mejor jugaban si no coronan la campaña con un cetro. Pero es sano reivindicar lo colectivo en una liga que, se presuponía, dominada por el equipo que posea los tres mejores extranjeros. Los penquistas -tal vez- sean de los que más gasten en el ítem “salario de gringos”, pero eso no les ha garantiza calidad de los mismos (ojo, no digo que sean malos) ni mucho menos resultados.

Combinando a la importancia del juego armonioso en un deporte colectivo como éste, quiero detenerme en un asunto no menos relevante y asociado en el fondo a lo, hasta ahora, descrito. Por esas vueltas de la vida, este sábado “caí” en la eliminatoria regional para el Nacional de categoría Cadete. Más allá de los resultados, que no son relevantes, dos cosas me llamaron poderosamente la atención y me hace ser pesimista respecto del futuro.

Sin desmerecer los esfuerzos dirigenciales ni el empeño de nadie, no puede ser que un torneo de esta envergadura se dispute sin tablero marcador electrónico, con tiempo incluido, o sin reloj de control de posesión. La verdad, hace años no me tocaba ver que eso ocurriera. ¡¡¡Estamos en el año 2008!!! Y en el gimnasio donde se disputó el clasificatorio, todo se llevaba con cronómetros manuales en la mesa de control. ¿La verdad? Me parece no sólo impresentable, sino también irritante que no nos preocupemos de darle a los jóvenes las chances de jugar el juego como corresponde. ¿Tan así? Sí, tan así. Y pongo un ejemplo cercano: hace una temporada, si la memoria no me falla, Boca Juniors perdió un partido en la FINAL de la liga argentina porque en el transcurso del partido se echó a perder el reloj de 24 segundos. ¡PERDIÓ EL PARTIDO! Mientras, acá se juega con tiempo “manual”. Después no esperemos mejorar o medirnos con nadie.

Lo segundo: los chicos que vi en acción, de 15 y 16 años, presentaban una carencia brutal de fundamentos. Algunos, incluso, no tenían mayor conocimiento o manejo del juego. Y hablo de chicos de los equipos que dominaron el clasificatorio y no del colista, que se comió palizas de sobre 100 puntos de diferencia ante sus rivales y que tenía un plantel que -con suerte- se podría definir como de “novatos” de una escuela de básquet. Hay que decir que un “seleccionado” así no merece jugar. No por malo, sino que su carencia de jugadores evidencia que no existe competencia en la asociación a la que pertenecen, pues no había ni siquiera dos jugadores que supieran los fundamentos más básicos del deporte que jugaban.

Si a en los buenos había falencias, hay que imaginar la diferencia cualitativa respecto del más malo de los equipos del clasificatorio. Y resulta que, aunque no sea la zona más basquetbolizada del país, no puede ser que en donde hay más población, no haya en las series menores una masa crítica de jugadores que permita mirar con optimismo el futuro, menos si el quinteto que gana lo hace habiendo tenido algunos entrenamientos y sin mostrar (ni menos necesitar) un patrón de juego muy definido para superar al resto. Así, el futuro se ve nublado.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Sebastián Alaniz
14 de Octubre de 2008


“La Lógica”



Un concepto raro o al menos poco aplicable en el deporte. La lógica permite hacer pronósticos fundamentados y adelantar resultados y posiciones. Romper la lógica significa quebrar esquemas, quedar en la historia y remecer los entornos de cada disciplina, no importa cuál sea dicho entorno, ni cuántos seguidores tenga.

Pasó con “Las Diablitas”, que derrotaron a una selección argentina que no perdía en 20 años. Está pasando con Fernando Alonso en la Fórmula 1, que sin estar en una de las escuderías grandes y supuestamente sin un auto capaz de pelear el campeonato, ya lleva 2 victorias al hilo. Pasa con Ovalle en la Copa Chile, que dejó en el camino a Coquimbo y a La Serena. Son casos que rompen la lógica y en un primer momento son inesperados, pero una vez ocurridos no son demasiado sorpresivos, dados los antecedentes previos. Alonso es uno de los grandes y ya ha ganado el título de pilotos de la máxima categoría. Coquimbo y La Serena no juegan con plantel estelar los encuentros de mediados de semana. Y “Las Diablitas” no son producto de la casualidad, sino de un trabajo bien planificado y que tiene como modelo precisamente a “Las Leonas argentinas”.

Y en el básquetbol estamos acostumbrados a que la lógica se rompa, aunque también siempre podemos encontrar antecedentes para ello. La semana pasada ocurrió con la Universidad de Concepción, puntero y ganador del súper 4, que fue a caer con el que hasta entonces era el colista absoluto, Español de Talca. Y también pasó con la selección universitaria de la UC, que con 5 jugadores Dimayor en su plantilla cayó frente a un plantel que prácticamente en su totalidad es amateur, el equipo de la Universidad Católica de Valparaíso, en la final del nacional universitario.

Esos dos resultados, contrarios a cualquier pronóstico “oficial”, tienen también su explicación. Español cambió extranjeros y tomó un segundo aire que le permitió 3 victorias en línea. Luego de vencer a Osorno y Valdivia, el quijote venía en racha y con la moral en alto para enfrentar a los penquistas, que habían además caído dolorosamente como locales frente a los Toros. Coincidieron estos dos momentos de estos dos planteles en la cancha y el resultado fue el que conocemos.

En el caso de la final universitaria se vivió con una dinámica distinta y con un argumento también diferente. El físico pareció ser determinante para un Felipe Contreras o un Christian Díaz, que estuvieron jugando toda la semana sin descanso, por haber jugado el fin de semana anterior dos partidos por Dimayor. Además está el factor concentración, que se notó en varios jugadores cruzados, ya que esa misma noche jugaban en Concepción por los puntos y varios de los hombres de Ureta “se fueron” del gimnasio de la USACH incluso antes de que comenzara el pleito. Del otro lado se encontraron con un equipo parejo, disciplinado, con una generosa y rendidora rotación de hombres, por lo que el duelo, que en el papel era para los santiaguinos, se volcó hacia los porteños. Incluso, haciendo un mal partido la UC, por la calidad y experiencia de su plantel, estuvo a poco de emparejar las acciones al finalizar el encuentro.

Es lo bonito de este deporte y del deporte en general. Poder argumentar correctamente sobre los pronósticos, para que de vez en cuando y de cuando en vez, se rompa de nuevo la lógica, se reciban sorpresas y se escriban páginas de historia, sin que eso amague nuestras ganas de seguir “apostando” por quién va a ganar el próximo fin de semana.